martes, 14 de octubre de 2008

Volver a mirar

Calor, siento calor, por dentro y por fuera siento el calor, un puro frenesí de vehemencia y desenfreno, una turbina alimentada por mis arremolinados pensamientos, intenso, arrasador... doy rienda suelta a los demonios de mi lado oscuro, arremetiendo con fuerza contra el muro contenedor de la fuerza insatisfecha que inunda la balsa de mi consciencia. Inconsciente pero serenamente reproduzco la memoria de mis más íntimos deseos, depositándolos en los difuminados límites de la cordura, entre la muerte y la vida, la noche y el día, sobre el lugar donde se hallan en sintonía. Un equilibrio redundante, protagonista inconfundible de esta comedia terrestre, equidistante, disyuntiva y aplastante merced a una plaga de doctrinas sin fundamentos, en algunos casos hasta violadas, que siembran los caminos de dudas existenciales. Cuántas preguntas sin responder serán necesarias para saber que no hay preguntas ni respuestas, ni soluciones ni problemas, tan sólo hay caminos por recorrer, colores que recrear, olores que disfrutar, matices por saborear (quien tenga paladar), sonidos por escuchar, bocas que besar, cabellos por acariciar, sueños por cumplir sin nada más que ver. Mentes enajenadas en el fulgor de la batalla, corazones maltrechos y heridas que no sanan es el precio que pagamos por seguir dando la lata mientras aprendemos a canalizar los golpes según nos vienen, al mismo tiempo que aprendemos a inventar, creer, ser consciente de que todo puede cambiar. El remedio lo llevamos dentro, más cerca del corazón que de lo racional, será sólo cuestión de volver a mirar.

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