martes, 1 de julio de 2008

Sevilla en agosto

Ohjú que caló, pisha! Vete por la sombrita, miarma! Caen papas asás, ompare! Ehto eh Sevilla y eh lo que hay! Ay qué caló, mushasho! Todo este elenco de expresiones propicia actos tan saludables como la tan veneradísima siesta, después de un buen gazpacho, por supuesto. Estamos en verano y dejamos atrás las agradables tardes primaverales para aventurarnos por las alturas del mercurio, escalando grados a un ritmo frenético. Los días se hacen largos, casi eternos, dueños del tiempo, la luz y de los veladores durante las cálidas noches del estío. Contrarrestamos los sudores con unas cañitas, pero bien fresquitas, porque si no es que no entran ni con saliva. Encerrados los calcetines, ellos no disfrutarán de las caminatas por la arena y, condenados al exilio, serán cautivos del armario mientras las sandalias serán liberadas abriéndose paso entre multitud de botas y abrigos, hasta nuevo aviso. Entre idas y venidas, agobios y aire acondicionado, calores y más sudores los sevillanos pasaremos el agosto entre pinto y valdemoro, entre la ciudad y la playa, las piscinas y las albercas. Buscaremos el fresquito cuando no en un botijo, búcaro o mojito, en el rítmico aleteo del brioso abanico. Artilugio para refrescar el rostro y poco más, que en épocas pasadas acopió un sinfín de seducciones y alusiones, secretos aireados tras la opacidad de su país de tela, y que ahora te venden pintados a mano, por las dos caras y tres a diez euros, oiga, toda una ganga. Mientras los gorrillas mueren de agonía, el éxodo masivo deja más huecos de los habituales y a 40ºC a la sombra ya no hay quien soporte los envites de esta caló, que borra a los perezosos y haraganes de las calles, quedando tan sólo el recuerdo de lo que fueron cuando, asfixiada de coches, ruidos y malos olores, la ciudad se debatía entre las imprudencias de los conductores y la insensatez de los peatones. Sevilla-en-agosto-es-una-maravilla, sabiendo guardar la siesta en lugar seguro, para volver a asomarse en cuanto espabilan las bombillas.