miércoles, 16 de julio de 2008

Una pincelada...

Con las alas totalmente abiertas y sin saber volar, como un pájaro valiente me entrego a la mar. El olor a lo desconocido inunda ahora mi mente que bajo las estrellas reposa desnuda, encendida como siempre, mientras la fresca brisa marina acaricia mi secreto, recorriendo cada milímetro de este cuerpo infinito. Así voy descubriendo la mañana de tu cara, el atardecer de tu vientre o el ocaso de tu pecho, que cada noche dibuja la firmeza de mi lecho y escucho el sonido de las gaviotas, apenas perceptible desde lo lejos, susurrándome palabras que me abrazan en silencio.

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