martes, 25 de diciembre de 2007

A la mierda el puzzle...

¿Quién tiene paciencia para acabar un puzzle de 1.000 piezas? Hoy, tras largos meses sobre la mesa, ha regresado a su caja. Hoy me he dado cuenta que la paciencia no es infinita y que ver algo inacabado y estancado, ocupando además un valioso espacio en mi mesa, no está hecho para mí. Empecé con muchísima ilusión con las piezas del marco, fue fácil, siempre siguiendo el patrón del borde alisado comparándolo con el modelo que poseía en el frontal de la caja, los colores me indicaban más o menos su posición, pero ¿qué ocurrió cuando el marco quedó terminado? Cuando todo parecía controlado comenzó la función, ríete del laberinto del minotauro. Vaya galimatías, empezaron a entrar en juego los matices de colores, ya no tenía la certeza de la línea recta del borde y ahora cada pieza era de su padre y de su madre. Dos huecos y dos salientes, un hueco y tres salientes o viceversa, infinidad de combinaciones y sólo una correcta, ¿cómo acabaría la cosa para un ser impaciente como yo? Pues sólo podía acabar de una manera, de regreso a su caja. Y qué quiero decir con ésto, pues sencilla y llanamente que para acabar un puzzle creo que hay que tener una madera especial, un exceso de tiempo para gastar absurdamente y muchas ganas de limpiar después la superficie donde nos apoyemos para realizarlo, ya que tras varios meses de actividad nula sobre la misma ha sido capaz, al menos, de crear una mugrienta capa de suciedad y polvo que apenas deja ver bajo ella. Quien quiera intentarlo que lo intente.