sábado, 5 de enero de 2008

La ignorancia

Hoy es el día de Reyes Magos o los Reyes Vagos, afinaría yo. Sólo trabajan un día al año y van de cabalgata en cabalgata, de ciudad en ciudad, de casa en casa, donde se puede, claro, porque en las casas pobres no paran. En realidad son los llamados Melchor, Gaspar y Baltasar aunque podrían ser llamados Pastón, Gastar y Arruinar -qué de dinero se marcha con estos tres, como si en camello se fuese. Bueno, el camello siempre se lleva algo durante todo el resto del año, jeje! Ese es el más listo de los tres, no lo dude usted-. Y es increible las ilusiones que generan estos tres en los pequeños seres que vienen a alegrar nuestras vidas con sus inocentes miradas cuando aun se lo creen todo, es indescriptible ver sus caritas. Aún recuerdo la sensación de esta noche de Reyes cuando era pequeño, ese nerviosismo y la emoción de ver tantos regalos rodeados por montones de luces y papeles de colores, haciendo las maravillas ante los sedientos ojos de este niño. Un camión, un caballito de cartón, hasta los coches teledirigidos, pero con cable, al que debías ir persiguiendo con el mando en la mano, así sí que nos movíamos, no los juegos que ahora emboban a los más pequeños, hipnotizándolos para prepararlos para el fututo. Sí, un futuro no muy lejano que comienza con el primer desengaño de nuestras vidas, SS.MM. los Reyes Magos de Oriente son, en realidad, nuestros padres. Hay que joderse, tanta cabalgata y tanta leche y los juguetes no vienen en camello y nosotros ahí, como gilipoyas, dejándoles turrones y agua para los susodichos, quedándosete una cara tonto que no veas.

Nunca me dejaré de preguntar por qué, ¿Por qué ha de ser así y no de otro modo? ¿Por qué la gente no abre los ojos y se da cuenta de esta mentira? No es forma de vivir esta globalización capitalista que desde pequeños nos inculca unos valores tan estúpidos como la competitividad, el materialismo consumista, la individualidad, el egoísmo, el sumo desprecio por los verdaderos valores humanos. La verdad, no sé en qué momento se decidió que desde pequeños es más fácil educar a la masa y mantenerla adormilada mientras tragan, con más pena que gloria, por las directrices impuestas por el sistema para -por supuesto- nuestro propio beneficio. Mientras, la peña no tiene ni tiempo ni de aprender a pensar por si misma, provocando la multitud de enfermedades mentales como ansiedad, stress, depresiones y un largo etcétera de síndromes que nos afectan sin más, por el simple hecho de entrar en el sistema. El mundo moderno que conocemos ha traido consigo unos efectos secundarios que la gente del campo, por ejemplo, no conoce. Eso sí, creo que esos síntomas son claras evidencias de que el propio individuo empieza a ver la realidad tal como es, algo que abre la puerta a la esperanza de un mundo mejor, nuevo y diferente del que nos tiene actualmente aprisionados. Tardará tiempo porque el sistema sabe lo que se hace, pero tarde o temprano ésto se romperá por algún sitio, históricamente ningún sistema a mantenido su vigencia eternamente. Esa es la ilusión que me alimenta y el regalo que desearía para todo el mundo. Pero mientras llegue ese momento me conformo con que se vayan llenando los sanatorios de locos y enfermos del alma, ese será el ejército que nos librará del verdadero mal, que es la enfermedad más terrible que se conoce, la ignorancia.

(Ahora bien, también podríamos desear volver a ser esos niños, inquietos, incorruptos aún, puros, creyentes, ilusos, alegres y desembarazados de toda responsabilidad, sin olvidar lo que llevamos recorrido y teniéndolo siempre presente, ¿qué desearíamos ahora mismo? ¿quién sabe? Quizá se cumpla.)