martes, 22 de mayo de 2007

El dulce nombre

¿Será tan sólo la ilusión de un maltrecho corazón?
¿será, digo yo, que me muero por su amor?
tan sólo sé que se me ha deshecho el pecho
y descubierto mis heridas,
rescatándome a la vez del naufragio de esta vida.

Sus increíbles y rosados pétalos
se abren sin medida a la alegría de su risa,
todo un néctar para la vista.
Es como una suave y vespertina brisa,
que se escabulle por las rendijas,
como soplo de aire fresco entre cortinas.

Dulce es el sabor de la palabra,
aquella que dibuja su nombre,
tal que una caricia en la boca de cualquier hombre.

Viste de seda su pelo y en cada trazo corta el cielo,
desprende una fragancia de las que dejan sin aliento.
Y no es mentira ni exageración que reluce como mil rayos de sol,
sin medida, como una mágica visión desarmándome la vida.

Y el recuerdo de sus pechos enarbolando la artillería,
evocan el acecho de la más grande cacería,
créeme cuando digo que todo en ella es una maravilla.