martes, 5 de agosto de 2008

Consejos inteligentes...

Deja fuera todos los números no esenciales para tu supervivencia. Eso incluye edad, peso y altura. Que ello le preocupe al médico. Para eso se le paga.
Convive, de preferencia, con amigos alegres, los pesimistas no te convienen.
Continúa aprendiendo. Aprende más, sobre ordenadores, artesanía, jardinería... cualquier cosa. No dejes tu cerebro desocupado. Una mente sin uso es una oficina del diablo. Y el nombre del diablo es Alzheimer.
Ríe siempre, mucho y alto. Ríe hasta desternillarte. ¡Incluso de ti!
Cuando lleguen las lágrimas aguanta, sufre y sigue adelante.
Saluda cada día que amanece como una nueva oportunidad para hacer aquello que aún no te atreviste a emprender.
Da la espalda a la rutina. Prefiere nuevas rutas que volver a caminos mil veces hollados.
Apaga el gris de tu vida. Y enciende los colores que llevas dentro.
Abre tus sentidos para no perderte nada de los bello y hermoso que te rodea.
Contagia de alegría a tu entorno, e inténtalo más allá de las fronteras personales en que te has ido recluyendo con el tiempo.
Pero recuerda: la única persona que te acompaña toda la vida eres tú mismo. Mantente vivo en todo lo que hagas. Rodéate de aquello que te gusta: familia, animales, recuerdos, música, plantas, un hobby... lo que sea.
Tu hogar es tu refugio, pero no acabes encerrándote en él.
Tu mejor capital: la salud. Aprovéchala. Si es buena no la malogres; si no lo es, no la estropees más.
No sucumbas a la añoranza. Sal a la calle. Ve a una ciudad vecina, a un país extranjero... pero no viajes al pasado, que duele.
Di a aquellos que amas que realmente los amas, y en todas las oportunidades. Y recuerda que la vida no se mide por el número de veces que respiraste, si no por los momentos en que te palpitó fuerte el corazón... de tanto reír, de sorpresa, de éxtasis, de felicidad... y, sobre todo, de querer sin medida.