miércoles, 27 de agosto de 2008

Silencio, se vive

A veces no entiendo nada y a veces lo entiendo todo sin saber por qué, parece que todo está en orden, ¿lo está? no lo sé. A poco de cumplir 32 es posible que mi alma y corazón se hallen es un estado de semiamnesia con respecto al pasado pero con la vista puesta en el futuro, anestesiados por el efecto balsámico del cariño encontrado y, sin querer mirar atrás, creo, leo, paseo y escribo sin importarme nada las consecuencias inmediatas de lo que digo. Las siento en forma de tranquilidad, las noto en la medida en que las cosas que antes me superaban ahora no me alcanzan. Estaré haciéndome mayor, o viejo me dicen por aquí y yo me río. Nunca había estado tan vital ni me había sentido igual, nunca había sido capaz de hacer tantas cosas a la vez sin caer en la monotonía, ora empujo a la vida, antes me empujaba ella a mí, o mejor, me precipitaba. No recuerdo cuándo ni cómo comenzó esta transformación, sólo sé que sucedió, tenía que hacerlo, se hizo y se acabó. Comenzando una nueva era en mi propia historia sin terminar pienso que, siendo el dueño, señor y guía de mi camino, he de ir proyectando nuevas ideas que refuercen la dirección de esta nueva andadura entre el confín de mi vida pasada y la presente, encarrilando el tren hacia el futuro, próximo destino, con total seguridad en mí mismo, sin dudas existenciales que empañen el cristal de la locomotora ni eclipsen el paisaje del trayecto por y para el que vivo.

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